Mishra y su Mascota Mecánica
Hola apasionados del Lore, vuelve a estar aquí con vosotros, Curacapao, para traeros otra entrega de nuestros hermanos favoritos. Después de conocer como le iba a Urza en la corte, hoy conoceremos que tal le va al hermano menor, Mishra entre las tribus con su mascota mecánica.
Indice
Ashnod
El ejército de invasión estaba detenido fuera de los muros de Zegon, y Hajar conocía a Mishra lo suficiente como para darse cuenta de que estaba preocupado. Pero Mishra no le diría al qadir sobre sus preocupaciones. Hajar tampoco lo hubiera hecho. En los últimos años el qadir había crecido hasta convertirse en un adulto, y su desarrollo no había sido totalmente bueno. El ansioso joven que estaba interesado en los cuentos populares Argivianos se había transformó en un obeso tirano.
Mimado por su tribu y partidarios, y apaciguado por las tribus que ahora seguían a los Suwwardi. No había nadie que le pudiera decir que no. Al menos nadie había sobrevivido lo suficiente para decirle que no por segunda vez. Lo que antes era petulancia ahora se había transformado en una violenta tozudez. Lo que antes era ansiosa valentía ahora era temeridad. Se había convertido en una persona más obesa de lo que su padre lo había sido jamás, pero estaba convencido de que aún podría conducir batallas por sí mismo. Su estado de ánimo era veleidoso, sus respuestas violentas.
El Auge de Mishra
A medida que la tiranía del qadir crecía, Mishra se hacía más popular entre los Suwwardi. El antiguo esclavo sabía como hablar con el qadir, de tal manera que podía presentarle las opciones más desagradables y escapar con la cabeza todavía pegada a su cuerpo. Los capitanes de guerra del qadir notaron esto desde el primer momento, luego los cortesanos, y finalmente los jefes de las otras tribus. Pronto las personas con malas noticias o nuevos planes visitaban primero Mishra por sus consejos y ayuda antes de hablar directamente con el qadir.
Por su parte Mishra estaba abierto y acogedor con la gente que lo había tenido como esclavo hacía tan poco tiempo. Era bien versado en las tradiciones y leyendas del desierto y siempre tenía la analogía correcta, las palabras adecuadas, y un jarro de nabiz a mano. Pero él siempre dejaba en claro que su consejo se basaba en lo que era mejor para el qadir de los Suwwardi, solo contradecía al qadir con muchas reticencias.
El Gran Dragón Mecánico
Asimismo, las tribus actualmente consideraban al joven qadir como el jefe del mak fawa, ignorando el hecho de que en realidad era su mago, su Jefe Argiviano, el que controlaba a la bestia. Pero en ese sentido la lógica Fallaji también era simple. El asistente extranjero podría controlar a la bestia, pero el qadir controlaba al mago.
Los Suwwardi pronto descubrieron que sólo el raki podía controlar al gran dragón mecánico. Tan pronto como este le pasaba la piedra de poder a otro (con grandes reservas y sólo por orden directa del qadir), el artefacto se alzaba sobre sus cuartos traseros y amenazaba con salirse fuera de control. Luego de unos pocos experimentos la gema fue puesta de forma permanente en las manos de Mishra, y a los de la tribu que sabían de ella se les informó que la piedra permanecería allí. Mishra podía poner a la bestia a dormir mientras él descansaba y hacer que respondiera a sus caprichos mas pequeños. De hecho, Hajar se dio cuenta de que ya no le hacía falta hacer uso de palabras reales entre el raki y su sirviente mecánico. Un gesto o una inclinación de cabeza era suficiente.
Las Proezas Bélicas de Mishra y su Mascota Mecánica
La conquista de los territorios mas profundos del desierto por los Suwwardi se realizó completamente sin incidentes. Un grupo de exaltados del clan Thaladin trató de emboscar al ejército del qadir. La parte principal de la caravana se retiró antes de su asalto, y Mishra desató su dragón mecánico entre los jóvenes jinetes. Quince murieron, entre ellos el hijo del jefe Thaladin, sin la pérdida de un solo Suwwardi. Los Thaladin se rindieron poco tiempo después.
Después de consolidar su posición en el desierto oriental, el qadir se dirigió al oeste. La cúpula bulbosa de Tomakul era el centro del poder Fallaji, era la ciudad mas enorme y antigua de todas. Mishra había dicho que estaba más preocupado por las patrullas a lo largo de la frontera Argiviana y el aumento de las actividades Yotianas hacia el sur.
En realidad, Hajar sabía que necesitaba más tiempo para estudiar a su criatura maravillosa, pero el qadir no sería disuadido. El ejército se dirigió al oeste hacia la capital. Solo había que concentrarse en lo esencial, había dicho el qadir, con el fin de contrarrestar cualquier plan elaborado en los pasillos de los muchos palacios de Tomakul.
La toma de Tomakul
No tenía de qué preocuparse. Tomakul estaba tan podrido como un fruta vieja, a la espera del mas ligero golpe para partirse en dos. En este sentido muchos de los habitantes de la ciudad eran más bien Yotianos que Fallajis. Estaban preocupados por la riqueza, el dinero, y las caravanas. Siempre y cuando el qadir prometiera no interferir con su vida cotidiana, estuvieron muy contentos de abrirle sus puertas.
El qadir aceptó su tributo, pero no quiso entrar en la ciudad. En su lugar, acampó afuera de sus muros a la sombra de su gran bestia y hizo que la gente de la ciudad acudiera a él. Hajar y Mishra habían ido a la ciudad. La encontraron hermosa y corrupta, maravillosa y enferma.
Aunque Mishra instó encarecidamente a su jefe para que partiera rápidamente hacia el oeste a la ciudad famosa por sus académicos, el qadir determinó que se desplazarían hacia el sur. Irían a Zegon, dijo, al lugar que compartía su herencia con los Fallaji y que era justamente parte de su imperio compartido. Mishra protestó, pero al final el qadir dejó en claro que el asunto estaba cerrado.
La Mascota Mecánica se revela
Y ahora, reflexionó Hajar, estaban estancados fuera de la capital de Zegon, con quinientos hombres y un dragón mecánico. Peor aún, el dragón se estaba portando mal. Era una cuestión simple.
Cuando habían llegado a media milla de la capital, el mak fawa se detuvo. Simplemente se negó a continuar más lejos hacia la ciudad. Podía ir hacia el este o al oeste o retroceder, pero no se acercaba a Zegon, y ninguna cantidad de órdenes mentales, movimientos con la mano, gritos o golpes pudieron convencer a la bestia mecánica de lo contrario. El qadir, alguien al que no se le negaba nada, estaba furioso.
La conquista de Zegon
El quería que la bestia se avecinara ante las puertas frontales de Zegon cuando la ciudad se rindiera. En su lugar los ejércitos estaban a la vista de las paredes blancas de la ciudad, pero no pudieron avanzar más allá.
Hajar pudo ver a los guardias de la ciudad alineados en las almenas de la pared exterior, lanzas en mano, casi burlándose del ejército del qadir. Algunas de las lanzas tenían cráneos en sus puntas, sin duda algún insulto adicional Zegoniano con el que Hajar no estaba familiarizado.
Lo único que las fuerzas del qadir podían hacer era transformar esta mala situación en algo bueno. El dragón motorizado comenzó una larga y lenta patrulla alrededor de todo el perímetro de la ciudad, manteniéndose a media milla de distancia en lo que parecía mantener a raya un muro físico. Se envió un mensaje a los líderes de Zegon, llamando su atención sobre el poder del dragón de vapor y exigiendo la capitulación inmediata de la ciudad.
Los Zegonianos enviaron una escueta nota que considerarían la oferta del qadir y que era bienvenido a esperar hasta que se decidieran.
Mishra busca una solución para su Mascota Mecánica
Este desafío no mejoró el estado de ánimo del qadir. Esa tarde en su tienda arremetió contra sus capitanes, y en particular contra su raki. “¿Por qué no lo puedes mover más cerca?,” tronó. “No sabemos por qué”, respondió Mishra con calma. “¿Por qué no lo saben?”-gritó el qadir. Debido a que has exigido que corramos a toda velocidad por todo el continente impresionando a las otras tribus, pensó Hajar.
Porque no hemos tenido el tiempo ni los recursos para estudiar a la bestia, salvo unos dibujos apresurados que pudimos hacer mientras nos desplazábamos de un lugar a otro. Debido a que no ha sido una prioridad para usted hasta ahora.
Hajar se preguntó si Mishra también estaba pensando lo mismo. En cambio, el raki del qadir dijo: “Podrían ser muchas cosas. Posiblemente hay algo en la misma ciudad que nos mantiene alejados de sus límites. O puede ser algo sobre la naturaleza del mak fawa. Es posible que haya algún elemento de los Zegonianos que afecta al motor. No tenemos suficiente información para estar seguro. Ahora la pregunta es, ¿seguimos adelante o replegamos nuestras tiendas y abandonamos Zegon, contentándonos con la riqueza de las naciones unidas del desierto?”
La decisión del Qadir
El Qadir siguió hablando. “Seguiremos aquí. Patrullaremos con el dragón mecánico. Empecemos a conquistar las ciudades más pequeñas, aquellas que se hallen a un radio de media milla. Hagamos que esta gente huya hacia la capital: gente aterrorizada, que les contará del monstruo que se encuentra esperando más allá de sus puertas. Mientras tanto, enviaré mensajeros de regreso a Tomakul para reunir más guerreros. Reuniremos los suficientes como para romper los muros si esto es necesario.”
Pero Mishra sólo asintió con la cabeza y dijo: “Vamos a necesitar maquinaria de asedio. Nada complejo. Simples arietes para asaltar sus puertas por todos lados. Eso, mas una gran cantidad de tropas deberían ser suficientes.”
Las Dudas de Hajar sobre Mishra y su Mascota Mecánica
Hajar se preguntó, no por primera o última vez, ¿por qué Mishra simplemente no utilizaba el poder del dragón mecánico para escapar de la tiranía del pequeño qadir o para establecerse como qadir?. El ex excavador creía saber la respuesta a esa pregunta. El raki podía destronar al qadir e incluso mantener un grupo de tribus que lo apoyaran. ¿Pero con qué fin? No tenía ningún deseo aparente por gobernar un imperio o incluso una pequeña parte de el. Prefiere ser el poder detrás del trono.
Hajar todavía estaba dándole vueltas a estos asuntos en su cabeza mientras él y Mishra regresaban a la tienda del raki, situada en las afueras del campamento, con el remoto objetivo de que el raki podría llegar a convocar más dragones en la oscuridad de la noche.
Mishra estaba en silencio, como siempre después de una de las explosiones del qadir. Un guardia estaba fuera de la tienda del raki, lo cual era inusual. Aunque más inusual era que el brasero en su interior ya estaba encendido, y la tienda de campaña emitía un resplandor cálido y acogedor. “Visitante”, dijo el guardia. Su acento era atroz, y de inmediato Hajar lo catalogó como uno de los occidentales de las tribus en torno a Tomakul.
El Visitante
“Es tarde”, dijo Mishra. El guardia se encogió de hombros. “¿El qadir lo sabe?” preguntó Mishra, ganándose otro encogimiento de hombros.
Hajar sintió que su irritación se dirigía hacia el guardia. ¿De qué sirve un guardia que no vigila nada? ¿Es este el tipo de hombre al que estamos confiando nuestro imperio?
“Ya veo”, dijo Mishra sin enojo aparente. “Vuelve a tu cargo.” El hombre le dio una sonrisa con dientes de oro y se desvaneció en la oscuridad. Mishra entró en su tienda, y observó al intruso.
“He estado esperando”, dijo, para sorpresa de Hajar. “Me alegro de que te hayas acomodado en mi ausencia.”
Un visitante esperado e inesperada
El visitante era una mujer, una de las mujeres más cruelmente bellas que Hajar había visto jamás. El cabello pelirrojo era raro en el desierto y se tomaba como un mal presagio entre los Suwwardi. El suyo era el parpadeo rojo de la fogata de una campamento. Rodaba sobre sus hombros en gruesos y ondulados rizos. Sus ojos eran de color gris verdoso como el mar que lamía las costas de Zegon, y así de tormentosos. Estaba vestida con una armadura varonil de estilo extranjero, pero la armadura había sido cortada y tenía una forma más para favorecer su figura que para ofrecerle una protección real.
Hajar se dio cuenta que había dejado de respirar. Respiró hondo y se preguntó si ella lo había notado. Ella estaba recostada sobre unas almohadas de Mishra, y se estiró en ellas cuando este entró.
“¿Acaso no se me esperaba?” -le preguntó. Su voz era suave, pero lleva el filo de una navaja con ella.
“A usted o a alguien como usted”, respondió con calma Mishra. “Usted representa a los gobernantes de Zegon, y nos va a proponer un acuerdo para salvar su ciudad”.
“Yo no recuerdo haberle dicho eso a nadie, salvo al guardia que soborné”, dijo la mujer. “Si eso es lo que el te dijo, tendré que hacerlo matar.”
“No hay que preocuparse”, respondió Mishra. “Será castigado lo suficiente como para no volver a permitir que un forastero entre en el campamento, independientemente del soborno. Se hará un ejemplo de él, y al final deseará que lo hallamos matado. ¿Puedo ofrecerle algo de nabiz?”
“Por favor”, dijo la mujer, y Mishra hizo un gesto a Hajar para poner una jarra de vino en el brasero. Se sentó frente a la mujer y esperó a que ella comenzara a hablar. En cambio, se quedó mirando a Hajar.
“Su siervo…” dijo fríamente. Hajar refrenó un insulto.
“Es mi guardaespaldas”, dijo Mishra. “No debería estar aquí”, dijo la mujer brevemente. “Vete”, dijo Mishra a Hajar, sin dejar de mirar fijamente a la mujer. Hajar comenzó a protestar, pero Mishra lo interrumpió. “Ve a tu tienda de campaña. No le cuentes esto a nadie. Si necesito algo, gritaré.” Hajar vaciló un momento y miró a Mishra.
El Argiviano no reveló nada sino que simplemente siguió viendo a la mujer sentada entre sus almohadas. Mishra parecía actuar como lo hacía el qadir, pensó Hajar: cerrado e inaccesible. El Fallaji suspiró profundamente y se inclinó, luego se retiró de la tienda. Su rostro marcó su desaprobación.
La Negociación del Asedio de Zegon
“Por supuesto, usted tiene razón” dijo la mujer, tan pronto como Hajar los había dejado. “He sido autorizada por los gobernantes de Zegon para negociar en su nombre con los invasores Fallaji”
“Pero usted no es de Zegon”, observó Mishra. Una pequeña sonrisa se dibujó en la cara de la mujer.
“Y usted no es Fallaji”.
“Soy Mishra, raki de los Suwwardi”, dijo Mishra.
“Soy Ashnod”, dijo la mujer, “de nadie en particular.”
“¿Es Zegon su casa?” preguntó Mishra, pasando una mano por encima del borde de la jarra de metal. El nabiz estaba casi listo.
“Yo no dije eso”, respondió Ashnod.
“¿Y usted es leal a ellos?” -preguntó el raki.
“Yo tampoco he dicho eso”, respondió Ashnod.
“Yo simplemente le dije que me dieron la facultad de hablar en su nombre. Coincidieron con bastante facilidad. Me temo que algunos de ellos sienten que si hago una tontería y me matan, pueden ponerme de excusa y respirar con mayor facilidad.”
“¿Y la oferta que ofrecen es …?” -preguntó el Argiviano, tomando las copas pesadas de metal.
Un inesperado Poder
Ashnod ladeó la cabeza por un momento y luego dijo: “Un momento”. Se agachó hasta el suelo en la base de las almohadas y extrajo una vara larga. Estaba hecha de negra madera de Bosquetronante y coronada por una maraña de cables de cobre y el estrecho cráneo de una criatura del mar. Levantó la vara rápidamente y apuntó a la puerta. Ashnod gritó una serie de palabras, y la maraña de cables de cobre cantó una canción discordante. Jirones de un rayo corrieron a lo largo de los cables y se introdujeron en el cráneo. La vara se sacudió una fracción en su mano, pero Mishra no vio ningún haz de luz u otra descarga. Si observó el efecto. Afuera de la entrada de la tienda, Hajar dio un grito ahogado y cayó a su vista, agarrándose el pecho.
Mishra se puso de pie rápidamente, cruzó la tienda y se arrodilló junto a su guardaespaldas. Hajar temblaba. “Tan frío”, logró decir el Fallaji. “Se siente tan frío”.
“Teníamos que estar a solas”, dijo Ashnod con frialdad bajando la vara. Su frente estaba húmeda por el sudor. “Odio cuando los subordinados no pueden seguir las órdenes.” La ola helada de nauseas pasó a través de Hajar, y poco a poco el mundo se enderezó.
“Ella …” -jadeó, “¿ella hizo … esto?”.
“Ella lo hizo”, afirmó Mishra, ayudando a su guardaespaldas a ponerse en pie.
“Debido a que desobedeciste una orden. Te dije que te fueras a tu tienda de campaña.”
“Pero…”
“Ve ahora, viejo amigo”, dijo Mishra.
Hajar miró al joven, y no había nada. No, acaso había un tenue rastro de una sonrisa en su rostro. Mishra estaba contento. ¿Por la lealtad de Hajar? No…pensó el guardaespaldas, era más que eso. ¿Estaba contento por algo que había hecho la mujer? ¿Estaba contento porque Ashnod habían atacado al guardaespaldas con su vara de bruja? Hajar se puso en pie.
“Y Hajar …” , dijo Mishra. Hajar se dio vuelta. “Gracias por no haber gritado tan fuerte”, dijo el Argiviano. Una vez más el fantasma de una sonrisa. “Quiero hablar con nuestra invitada antes de que lleguen los guardias”, dijo. “Ahora ve”.
La Curiosidad de Mishra
Hajar se dirigió hacia la noche trastabillando. Mishra lo vio desaparecer en la oscuridad antes de volverle la espalda. Ashnod había tenido la oportunidad de verter el nabiz en vasos de bronce y estaba recostada nuevamente en las almohadas, mirando como si nada fuera de lo común había ocurrido. La vara con el cráneo en la punta estaba de regreso en la base de las almohadas. Mishra tomó su vaso y se sentó frente a ella. Entonces se echó a reír. Comenzó como una pequeña risita, se transformó en una carcajada, y luego en una risa con movimiento de estomago en toda regla. Al fin, él ofreció su copa en un brindis y dijo:
“Eso fue muy estúpido.” Ashnod le miró indignada y no levantó la copa en respuesta. “Él estaba espiando y desobedeciendo su orden.”
Mishra tomó un largo trago del nabiz y se echó a reír otra vez. “No, no el ataque a Hajar. Sino la forma en que lo ha atacado, doblando su mano.” Ashnod le dirigió una mirada cruzada, y Mishra sonrió.
La mujer notó que era una cálida sonrisa, sin malicia, y se relajó por un momento.
“Esa vara”, dijo Mishra. “¿La hizo usted?”
“Sí”, respondió ella.
Mishra asintió con la cabeza y volvió a sonreír. “Eso es lo que mantiene al dragón mecánico a raya, ¿no? Los guardias que se hallan apostados a lo largo de las paredes de Zegon tienen bastones similares. Usted hizo las varas y les dijo a los gobernantes Zegonianos que podrían mantener a los Fallaji lejos de su ciudad.
Poco a poco Ashnod asintió con la cabeza. “Su artefacto es un gran objetivo”. Mishra continuó: “Pero tus bastones tienen un defecto. Absorben mucho al usuario”. Ashnod se quedó en silencio. “Aunque lo ha utilizado solo unos instantes, está sudando”, agregó Mishra. Ashnod gruñó. “Los hombres sudan. Las mujeres resplandecen.”
“Bueno entonces usted está brillando como un caballo después de una carrera muy dura,” se rió entre dientes Mishra. “Y si los guardias de la ciudad se ven afectados de manera similar, se debilitarán. Los gobernantes de Zegon no estarán contentos con eso.”
Ashnod resopló. “Los gobernantes se apresuraron demasiado en adoptar mis bastones para su defensa”, dijo. “Cuando los guardias comenzaron a debilitarse por su uso, los mismos gobernantes entraron en pánico.”
“Y le enviaron al desierto, para pedir la paz”, agregó Mishra.
“Es probable que le hayan dicho que era su idea lo que les animó a resistir, por lo que era su culpa.”
“Usted se ha reunido con los Zegonianos antes”, dijo Ashnod con una pequeña sonrisa cruzando sus labios.
“He tratado con los de su tipo en muchas formas”, dijo Mishra, inclinándose hacia atrás. “Así que dime, ¿qué quieren? Como mínimo me refiero.”
Ashnod respiró hondo. “Este es el acuerdo de Tomakul. Se rinden, pagan algún tributo, reconocen a tu chico como el líder máximo, y vuelven a sus vidas”.
Mishra lo pensó. “Suena razonable. No quiere decir que el qadir sea razonable. Después de todo, nos hicieron detener en nuestro camino, aunque haya sido sólo temporalmente. Veré lo que puedo hacer.” El Argiviano dejó su copa. “Ahora déjeme ver su juguete”.
El raki Fallaji giró el bastón en sus manos. “Veo algunas influencias Thran, pero esto es nuevo. ¿Cómo funciona?”
“Afecta a los nervios del cuerpo”, respondió Ashnod. “El rayo del bastón trastorna el mecanismo del cuerpo que le permite a uno sentir y distinguir el dolor. Si está enojado, el objetivo queda incapacitado. El rango de su dragón mecánico, no se vio gravemente afectado, pero no vendrá más cerca.”
“Nervios”, dijo Mishra, asintiendo con la cabeza y golpeteando el pequeño cristal de potencia colocado en el interior del cráneo del bastón.
“Correcto”, afirmó Ashnod, dejando su copa e inclinándose hacia adelante. “El cuerpo tiene todo tipo de sistemas dentro de él. Tubos vivientes para la sangre, alambres blandos como nervios, filamentos de cable para los músculos.” Alargó su mano tocando el brazo de Mishra. Él no se inmutó ni se apartó. “Tú no eres un erudito. Tus brazos son como el acero hilado”.
“La vida en el desierto es dura”, dijo Mishra suavemente. “Nunca pensé en el cuerpo como si fuera una máquina”.
“¡Es la mejor máquina!” dijo Ashnod, liberando su brazo. “Probada en el campo, en continuo crecimiento, y ¡auto-replicante! Una vez que comprendamos los misterios de nuestro propio cuerpo, entenderemos el mundo. Todo lo demás caerá en su lugar. Su dragón mecánico es una maravilla, pero es una imitación cruda de los seres vivos “.
El Pacto de la Rendición
Ashnod se acercó. Mishra podía oler su perfume de almizcle, acentuado por el sabor del sudor seco. Era una combinación agradable.
“Creo que puedo convencer al qadir de que acepte la petición de tus gobernantes”, dijo en voz baja.
Ashnod se preguntó si Mishra le sonreía de la misma manera a todos. El raki añadió: “Está el hecho de que Nuestro Más Venerado es todavía tan impaciente como un niño. Si tuviera que esperar por los refuerzos de Tomakul explotaría durante la demora. Ah y por supuesto, hay otra cosa.”
Ashnod se apartó de él. “¿Otra cosa?”
Mishra dijo: “Los Zegoniamos van a tener que pagar más por esta resistencia simbólica. Ellos tendrán que sufrir más que los Tomakul, que abrieron sus puertas a nosotros. Necesitaremos una garantía adicional.”
“Los Fallaji toman rehenes para fomentar la obediencia”, dijo Mishra, “Seguramente quedándose con su artífice principal será suficiente”
Los ojos de Ashnod se hicieron diminutos. “¿Y voy a ser un rehén de los Fallaji, o suyo?”
Mishra volvió a sonreír, y había un toque de malicia en la expresión. “Los Fallaji le dan poco uso a las mujeres…”, dijo, “…más allá de lo básico…”
“Lo básico no incluye una conversación inteligente, ¿verdad?” preguntó Ashnod.
“Veo que usted ha captado la idea general”, respondió su compañero. “Usted se vería más como algo que le negamos a los Zegonianos, en lugar de algo que beneficie a nuestra tribu.”
Ashnod se inclinó hacia delante y tocó la mejilla de Mishra. “La palabra ‘rehén’ es tan desagradable. ¿Cómo le suena ‘asistente’?”
Mishra levantó sus cejas por un momento, luego volvió a su lugar. “¿Es eso lo que realmente vino a hacer aquí?”
“¿Acaso soy tan transparente?” -preguntó, tímidamente, una vez más.
“Como el vidrio”, dijo Mishra y se rió.
“¿Cuándo le gustaría comenzar sus lecciones?”
“Lecciones por la mañana”, dijo Ashnod en un susurro gutural. “Esta noche estamos solos. No creo que su guardaespaldas vuelva pronto.”
Mishra sonrió y cerró la reja del brasero. No hubo más palabras esa noche. Por la mañana se anunció que la Ciudad de Zegon, temerosa del gran dragón mecánico, se había unido al Imperio Fallaji. Se pagaría un tributo, y se veneraría al poderoso y reverenciado qadir de los Suwwardi, siempre el primero entre iguales. Con respecto a los términos de su rendición, los Zegonianos accedieron a retirar las puertas de su ciudad por lo que nunca podrían presentar resistencia a los Fallaji nuevamente. Y cedieron a su mejor artífice, que se unió al campamento de los Fallaji como aprendiz del raki. Si alguno de los guerreros se sintió incómodo por la presencia de la mujer de ojos fríos, con el pelo maldito en medio de ellos, no lo dijo, al menos no de una manera en que el raki lo pudo oír.
Poco después, llegó la noticia de que los forasteros de la costa estaban haciendo grandes incursiones en tierras Fallaji, y la fuerza de invasión se fue hacia el este nuevamente.
Espero que os haya gustado esta nueva historia del Destino de Mishra. No olvides solicitar que te enviemos todas las Reglas y Guías de Magic GRATIS. Y por supuesto, estaré deseando que dejes un comentario en este artículo justo aquí abajo para darme fuerzas de seguir trabajando.
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